Para los pueblos prehispánicos que adoraban al Sol, la aparición súbita de un eclipse total que convertía el día en una oscuridad momentánea era motivo de profundo temor. Se trataba de una perturbación al orden cósmico, interpretada con fatalidad por los sacerdotes-astrónomos de los pueblos que se extendían por Mesoamérica. “La brillantez y regularidad del Sol en su movimiento era un reflejo de un orden cósmico normalmente estable y continuo. Por ello, en ocasión de un eclipse de Sol o de Luna, ese orden se perturbaba y entonces se interpretaba como un mal augurio sobre el mundo”, explica a este diario Jesús Galindo Trejo, doctor en Astrofísica e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
