El primer ministro británico, Keir Starmer, está convencido de que puede evitar, con diplomacia y cabeza fría, que la furia comercial desatada por Donald Trump salpique al Reino Unido. A pesar de que la industria británica del acero y del aluminio también se ha visto afectada, desde la madrugada de este miércoles, por los nuevos aranceles del 25% impuestos por Washington, Starmer no ha seguido la senda trazada por la Unión Europea, y de momento ha evitado anunciar cualquier tipo de represalia arancelaria contra los productos estadounidenses.
